“Las enseñanzas budistas no son una religión,
son una ciencia de la mente”
—Dalai Lama
La psicología budista no es acerca de “transformarte” o “arreglarte” para hacerte algo diferente, sino recordar quién eres en realidad. Y de esto trata el primer principio de esta psicología según el psicólogo, antiguo monje y profesor de psicología budista Jack Kornfield, quien enseña que sembrada en el centro de las enseñanzas de Buda, está la idea de que eres un ser noble. La esencia amable y bondadosa está en todos los seres humanos. Así, desde esta base, Buda enseña un camino de entrenamiento de cambio de patrones de nuestros estados mentales para abrir las capacidades de la mente para la liberación, y descubrir nuestra verdadera naturaleza. La idea esencial es probar la liberación de la mente y el corazón y apuntar a esta libertad en todas las circunstancias de nuestra vida.
Y me gusta usar la palabra “probar” para hablar de que las enseñanzas de Buda implican un camino de experiencia, más que de reflexión. En las enseñanzas budistas lo que exploramos a través del mindfulness y la meditación es la posibilidad de girar de la confusión del apego, el miedo, la necesidad de control, la vergüenza, etc. hacia la libertad espaciosa de una presencia tranquila y despierta en el mundo. Y así también se transforma nuestra consciencia de nosotros mismos hacia el reconocimiento de que somos amables, capaces de compasión, interdependientes y libres del apego que causa el sufrimiento. Pero todo esto por el camino de la experiencia, del entrenamiento en las prácticas contemplativas y de atención plena.
Y esto porque prestando atención a nuestra mente experimentamos que la atención también transforma nuestros cuerpos físicos. La forma en que percibimos afecta todo. Si quisiéramos cambiar por ejemplo la consciencia del cambio climático, la ambientalista budista Joanna Macy nos dice que necesitamos desear diferentes cosas, buscar diferentes cosas, atender a diferentes cosas, actuar de diferente manera para salvar nuestro planeta. Pero estamos atrapados en historias en nuestra cabeza. Lo que consideramos importante y a lo que prestamos toda nuestra atención no es revisado con consciencia. Si prestamos atención hay otra manera de vivir. Meditar no es fácil, y en palabras de Jack Kornfield, se necesita un poco de humildad para quedarse quieto a experimentar todo el movimiento, el río de nuestro interior.
Pero en ese quedarse quieto reside la esencia de lo que me parece fabuloso de la psicología budista. Estamos en un mundo de demasiado movimiento, mental, físico, de información, de interacciones. Movimientos veloces, procesos casi instantáneos, y por tanto, movimientos en piloto automático. El deseo de arreglar, el arreglo rápido, la mentalidad de éxito ha permeado toda nuestra vida, incluso el ámbito de la psicoterapia, que se quieren ofrecer hoy en día como métodos y técnicas eficientes y ágiles para cambiar a las personas, moldearlas en mejores versiones de sí mismas. Todo esto lo abandona la ciencia de la mente que propone el budismo. La meditación no es una actividad orientada a un logro, es un proceso. Y el poder no lo tiene el maestro de meditación, el encuentro día tras día consigo mismo para experimentar la naturaleza de sus procesos mentales, es del meditador, y su poder de transformación y liberación siempre está en él.

Aunque en la meditación estés quieto estás sintiendo el río del movimiento de tus sentidos, de tus emociones, de tus pensamientos, de tu experiencia de vivir.
Hay un elemento en la manera en que Buda describe el mundo, y es que entre la consciencia y la experiencia del mundo existe lo que llamamos cualidades mentales que nos relacionan con la experiencia. Algunos de ellos son poco saludables, generan dolor. Nos llevan al conflicto con el mundo. Y otros nos llevan a sentirnos conectados, tranquilos y abiertos con la experiencia del mundo. “La psicología budista hace la salud mental simple para nuestro entendimiento. La presencia de estados mentales saludables crea una mente saludable; la presencia de estados no saludables crea estrés mental, infelicidad, y enfermedad mental” dice Kornfield en su libro The wise heart.
Los estados mentales no saludables tienen tres raíces: apego, aversión e ilusión o espejismo. De estas tres raíces emergen estados de envidia, rigidez, ansiedad, aburrimiento, cinismo, egocentrismo, duda, agitación y percepción errónea. Entre más fuertes sean más sufrimos. En su estado peor, crean psicopatología. El apego y la codicia crean adicción, la preocupación se convierte en paranoia, el cinismo en sociopatía, la aversión en odio y furia.
Los estados mentales saludables tienen tres raíces: amor, generosidad y mindfulness. De estas tres raíces surgen estados de claridad, serenidad, insight, alegría, adaptabilidad, confianza, discreción y balance. Cada uno de estos estados crea una mente libre y feliz. Ellos crecen desde la atención plena y como la luz del sol en la niebla, la presencia de ellos disuelve los estados no saludables.
Con la meditación la invitación es a vivir la experiencia del río de todos los estados mentales, y descansar en ella.
Nos invita a confiar en que podemos descansar en la consciencia de todas las sensaciones y emociones y pensamientos que son la experiencia de la vida. Tanto los dolorosos e incómodos, como los tranquilos y felices. Y asentándonos en esa experimentación con consciencia, también comprendemos la transitoriedad de todos los estados de la vida. El ejercicio de no apegarnos a la felicidad ni tampoco a los estados de dolor se hace crucial para cultivar una vida de aceptación sin sufrimiento.
Jack Kornfield decía en una entrevista: “No importa como decidas vivir, siempre será un río de movimiento. Tendrás de todo”. Y recordaba a Helen Keller quien decía que “la vida es una aventura o nada”.

La meditación no es tratar de detener el río de la experiencia. En vez de esto hay una alternativa, descansar ahí desde un estado de apertura del corazón y consciencia, abierto y presente a la dicha y el sufrimiento de la vida. Esto termina por fortalecer al ser humano, le ofrece la consciencia de que puede existir en este mundo y sobrellevar la existencia sin miedo.
Eres feliz cuando dejas de apegarte al deseo, paras de desear. Todas las formas de apegarse al deseo o al rechazo, al control, son maneras de detener y no vivir la experiencia de la vida.
¿Por qué no empiezas por desear así de fuerte lo que ya tienes? El problema no es el deseo, es la trampa de desear más, siempre otra cosa que te falta, y apegarte, y hasta maltratarte para conseguirla.
Así que para mí la psicología budista es valiosa porque nos ayuda a confiar en nuestra capacidad para estar presentes en la vida, a ser seres que podamos experimentar y dejarnos atravesar por todo lo que es la vida. La desconfianza y temor está sembrada y enquistada en el centro de la experiencia de las personas que por muchos años he visto acudir a psicoterapia, por esto cambiar el paradigma y escuchar con atención lo que Buda tuvo para ofrecernos, no como religión con prácticas doctrinales, sino como ciencia de la mente, y que reside en el corazón de sus enseñanzas, me ha hecho convencerme de que este enfoque es más sanador que la psicología occidental.
Con amor, Emma.
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